Anoche mientras buscaba la posición adecuada para poderme dormir, giré y me encontré de vuelta conmigo, ahí estaba de frente, como desde hace mucho tiempo no, mirándome tan fijo, buscando otra vez responderme un montón de cosas, de nuevo dejándome sin palabras, y con el agotador hecho de continuar sin poder conciliar el sueño.
Cuestionarme por todo lo que hago y por todo lo que el destino me trae, se ha convertido en mi pasatiempo favorito, ¿por qué no sólo lo dejo pasar, y lo disfruto? Sea bueno o no, los altibajos de la vida, son los que la hacen entretenida, los que provocan que con mis sonrisas, lágrimas, corajes, tristezas y alegrías me sienta viva.
Agradecer por cada fuente de inspiración, disfrutar cada momento de mi vida, y guardar cada sensación que mi realidad traiga, es lo que me propuse anoche.
Mis días eran todos iguales, hasta que la conocí… estar a su lado, verla despertar, es el mejor regalo que a diario puedo recibir, despierta, cepilla su ondulado y alborotado cabello, entra al baño de su dormitorio para cambiar su pijama por el atuendo del día, desde el ventanal que está en su recámara… se mira tan bien, cuando está lista bajamos a desayunar, ése es un triste momento, porque a diario sé que con la hora del desayuno, está próximo el momento de su partida; que molesto es que tenga que ir a la escuela, pero en su mundo, es lo que tiene que hacer, yo sé que por ella se quedaría conmigo todo el día, pero reglas… son reglas. Mientras ella no está, me gusta salir al vecindario a oler plantas, jugar con el agua de los charquitos, y molestar a los grillos que no la dejan dormir por las noches, y hacen que a veces ella se diga, mientras se ve al espejo “Ay que horrible me veo con éstas ojeras”; me gusta también ver las fotos suyas que hay por toda la casa, y ver todos los cambios que se ha hecho, siempre se ve hermosa.
Cuando está próximo el momento de su llegada, me acerco a la puerta principal, para así ser el primero en verla llegar a casa, me gusta mirarla desfilar por el largo pasillo que está antes de llegar a la sala, cuando sube las escaleras puedo quedarme sin aire y no morir con sólo verla, adoro cuando entra a su cuarto y comienza a despedirse de sus zapatos y ropa, verla al natural, así como son ellos, es mágico; pero lo que más amo es cuando me llama, no me hago del rogar, jamás la hago esperar, pues que me permita acostarme sobre sus tibias piernas, es el premio por amarla, que me gusta recibir, cuando rasca sobre mi pelaje no puedo evitar ronronear… ¿olvidé mencionarlo? Mi nombre es momo, y soy un gato... un gato enamorado.
